Pero no en todos, sino en algunos. Hay fluidos y fluidos. Y hay otros. Sangre, fluidos vaginales, leche materna y semen son los cuatro jinetes del apocalipsis.
Empero, en épocas anteriores, los moralistas gastaban mucha tinta en advertir de los peligros de las acciones manuales o digitales que, aplicadas por el apoderado en la verga, la vagina, el clítoris, el ano, o regiones adyacentes, iban dirigidas a satisfacer la lascivia. Los moralistas aseveraban que la onanismo provocaba, en los hombres, pérdidas de fósforo cerebral a través del esperma. Se hablaba de «demencia precoz locura masturbadora», y también de varices, colitis, prostatitis, endometritis, depresión, tuberculosis, ineptitud para el trabajo, dificultad para el análisis, espasmos cardíacos, irritabilidad y debilitación ocular. Todas estas alucinantes fantasías formaban parte de la educación moral impartida en los colegios de la primera centro de nuestro siglo, que, en nuestra Patria, duró hasta el tercer pieza.
Estoy vestido solo con mi slip y te hago sentir a través de el mi excitación y deseo, te doy la vuelta y te ósculo, te acaricio el culo con mis manos y te hago un burocrático masaje él. Percibo ya el aroma de tu coño y me ilusiono con lo que promete sentirse dentro. Estoy con la lengua entre tus nalgas saboreandolas y siento su gustillo que se mezcla con los de tu orgasmo y me anima acompañar allí. Te doy la vuelta y me coloco entre tus piernas, tu vagina me ofrece sus jugos y su olor a orgasmo reciente. Te doy una pequeña lamida en las piernas y tu clitoris quiere participar en la acción.