Imitaré, en cambio, a los antiguos, que para evitar el vergonzoso dictado de sabios prefirieron ser llamados sofistas. Se dedicaban éstos a celebrar las glorias de los dioses y los héroes. Por ello, vais a oír también un encomio, pero no el de Hércules ni el de Solón, sino el de mí misma, el de la Estulticia. Capítulo III No tengo por sabios a esos que consideran que el alabarse a sí mismo sea la mayor de las tonterías y de las inconveniencias. A no ser que por acaso me conozca alguien mejor que yo misma.
El amor del Señor es sabiduría digna de honor; a los que se revela, se la distribuye para que lo vean. El temor del Señor es un don del Señor, pues se asienta sobre los caminos del amor. Ambas son dones del Señor para la paz, extienden la gloria a los que lo aman. En las enfermedades y en la lacería pon tu confianza en él. Porque un don eterno con alegría es su recompensa. Porque la mala gloria trae vergüenza y desprecio; así le sucede al pecador que habla con doblez. Cuídalos; y si te dan ganancias, consérvalos. Vigila su cuerpo, y no les pongas cara muy risueña.